jueves, 6 de enero de 2011

*. Mussa .¡¡ dijo (04:48 a.m.):
4:47
Y aún sigo despierta
*. Mussa .¡¡ dijo (04:49 a.m.):
No he podido dormir y me puse a analizar (lo que parece que me la he pasado haciendo todo este tiempo). Y llegué a la conclusión de lo que te he estado platicando: antes era más valiente
*. Mussa .¡¡ dijo (04:50 a.m.):
Esa es la diferencia. Ahí radican mis esperanzas y emociones. Mi alma está aprisionada por la cobardía.



Así se me ocurrió escribir esta entrada.
Me nace contar una historia.

En algún lugar del Planeta Tierra -el lugar es realmente lo de menos- nació Mussa. Desde que era pequeña escuchó historias de otros seres de la misma especie y con su mismo origen. Contaban toda clase de odiseas ocurridas y cómo habían logrado finalizarlas con éxito. Al escucharlas, Mussa se imaginaba que cuando llegara su turno las enfrentaría de igual manera. Y así fue.

Hasta que... Esta es la parte en la que aún no sé desde cuándo, pero se dejó envolver por sus miedos. Al parecer, el miedo-al-fracaso fue una raíz que nunca pudo arrancar. La raíz se afianzó a su tierra, se desarrolló, creció... Y ¡bam!

¿Y ahora? Tiene un arbusto -a veces piensa que es un árbol- con montones de ramas enredadas. Ahora hay que deshacerse de él. Cortar ramas no es buena idea. Cortar el árbol no es suficiente. Hay que arrancar toda esa raíz que se alimenta de falta de confianza.

Sí, porque si tuviera confianza... Puaaag! Hay toda una lista de lo que sería de mí si tuviera más confianza. Si tuviera más...

Pero aún se puede desarrollar confianza ¿no? Toda la que sea necesaria para cumplir con mis propósitos.